Meditar para despertar
Si hay algo que caracteriza a los sueños es la arbitrariedad de su lógica. Somos arrastrados por un sinfín de ideas e imágenes que no solo se suceden unas a otras en una rapidez abrumadora, sino que carecen de coherencia explícita entre si. Cada escena parece olvidar la anterior y sumirse en su propia realidad, proyectándose en nuevas escenas que parecen estar completamente desconectadas de lo que veníamos experimentando. Es como si viviésemos realidades parciales, a medias y lo más interesante de todo esto es que no nos parece extraño. No hay una conciencia que se de cuenta de lo que estamos haciendo, hacia donde nos estamos dirigiendo, quienes somos realmente. Estamos totalmente aletargados y en este letargo nos dejamos llevar por la deriva y los caprichos de nuestra mente.
Eso cuando estamos dormidos. Luego nos despertamos, nos damos cuenta que lo que estábamos viviendo era sólo un sueño y seguimos con nuestras vidas. Pero ¿estamos realmente despiertos? ¿Cuánta conciencia tenemos acerca de nosotros mismos y de la forma en que somos y funcionamos en nuestro día a día?
¿estamos realmente despiertos? ¿Cuánta conciencia tenemos acerca de nosotros mismos y de la forma en que somos y funcionamos en nuestro día a día?
El hecho de darnos cuenta de que estábamos durmiendo no es garantía de estar realmente despiertos. Gran parte de nuestras vidas la pasamos en piloto automático, absolutamente inconscientes respecto de lo que estamos haciendo o sintiendo. Es probable que en nuestro día a día no nos demos cuenta de cómo somos arrastrados por un sinfín de hábitos y condicionados por verdades que hemos aprendido de otros y que no se nos ocurre romper ni cuestionar por mas daño o falta de sentido que nos generen.
Tampoco somos muy conscientes de la forma y la frecuencia con que nuestros estados emocionales toman y nublan nuestra capacidad para pensar con claridad, empujándonos a actuar de acuerdo a lo que sentimos en el momento, aún cuando sepamos que eso no nos van a llevar a ningún sitio. Lo mismos ocurre con nuestros pensamientos, escasamente nos detenemos a observar cómo nuestra mente crea constantemente pensamientos con absoluta independencia de nuestra voluntad y así nos dejamos arrastrar por nuestros estados aún cuando el destino al que nos invita sea muy poco funcional.
Nuestra falta de conciencia hace que funcionemos llenos de incoherencias y paradojas que no solo le roban eficiencia y fluidez a nuestras vidas, sino que nos hacen perder control sobre ésta, volviéndonos víctimas de las circunstancias de la misma forma en que padecemos de las caprichosas situaciones a las que la mente nos expone mientras soñamos.
La mente es una herramienta de creación maravillosa y como tal debiese estar puesta al servicio nuestro y no nosotros padecer de sus creaciones. Mas, para poder aplicarla eficientemente en nuestras vidas, debemos aprender a usarla y ello pasa por entrenarnos en la conciencia, esa capacidad que todos tenemos de volvernos observadores de la propia experiencia y de la propia mente en vez de ser arrastrados por ella.
Practicar la atención plena o Mindfulness es cultivar nuestra capacidad para detenernos a ser testigos del flujo de la vida en nosotros y ello no con el fin de cesar el movimiento, sino de despertar para volveros dueños de este y poder así decidir lo que deseamos crear en nuestras propias vidas. En este sentido el verdadero despertar pasa por despejarnos de ese aletargamiento de la rutina y darnos cuenta de la forma en que la mente obra sobre nuestras vidas, aprendiendo a intervenir sobre ella.