Habitando la Incertidumbre

Por más que intentemos tenerlo todo bajo control (salud, futuro, hijos, economía, planes, etc.) las cosas muchas veces tienen su propio curso, completamente diferente de nuestras expectativas e ideales. Esta situación nos genera miedo, porque lo que no está dentro de nuestro plan nos expone a lo desconocido, devela nuestra propia vulnerabilidad, y nos genera una duda respecto a qué tan preparados estamos para rearmarnos.
Si hay algo que distingue a la vida de la muerte es el cambio. La vida está viva porque cambia, es un proceso continuo de transformaciones que posibilita la renovación de formas. De hecho, esa es la razón por la que aparecimos los seres humanos.
Ser seres vivos y actualizar esa vida en nosotros implica estar expuestos a cambios constantemente. Algunos nos gustan y otros no. Dolor, muerte, enfermedad, pérdida, vejez, caos son parte de las condiciones del juego, y luchar contra estas es pérdida garantizada, ya que no están en nuestro ámbito de control. Mas bien el tema es qué tan preparados estamos interna y psíquicamente para lidiar con estas. Vale decir, en vez de luchar contra lo que no podemos cambiar, abrirnos a las situaciones para ver qué podemos hacer CON ellas; qué creamos a partir de ellas.
La respiración como garante de esa vida que supo hacerse a si misma y nuestra presencia como calor que nos abriga pueden ser de gran ayuda.
Lenta y livianamente nos vamos soltando y acomodando en ese lugar de temor para notar cómo lo esencial no muere ni se destruye. El gran silencio continúa allí como fondo, para que nuevas palabras puedan surgir. Así suavemente vamos renaciendo a nuevas formas de ser y saber. Vamos construyendo piso donde antes nada había, para habitar espacios que nos eran completamente desconocidos, aprendiendo a confiar ya no en que las cosas van a salir como queremos, sino en que podremos hacer algo con las cosas que nos sucedan.