Indigestión Mental
Nuestra salud mental juega un rol indiscutible en el bienestar de nuestras vidas.
La mente es la que da valor, sentido y significado a toda experiencia que tenemos y por lo tanto, si nuestra mente se enferma, nuestra vida también lo hará.
Una analogía para comprender su función es comparando la mente con el sistema digestivo. Damos un mordisco al alimento, lo tragamos y a continuación este maravilloso sistema se encarga de procesar la comida tomando lo que sirve y expulsando lo que nos pueda hacer daño.
Con la mente es lo mismo. Cada experiencia que tenemos es como un bocado que se introduce al organismo, y la mente es la que se encarga de tomar lo que sirve y soltar lo que no.
En general nuestra mente se enferma cuando la fluidez de este proceso se ve atorado y terminamos por cerrarnos a la vida.
Esto pasa porque ciertas experiencias resultan tan fuertes que caen “pesadas” al organismo y la mente no es capaz de digerirlas. Quedamos pegados en el dolor que esta nos produjo, generándose no solo un estreñimiento mental que impide que podamos soltar lo vivido sino también una indigestión que bloquea la entrada de cualquier otro tipo de experiencia.
Este estado de atochamiento es caldo de cultivo para el estrés, la ansiedad, la angustia, la depresión y cualquier otro estado de resistencia que nos hacer saber que nuestra relación con la vida y sus distintas facetas de orden y caos, dolor y placer, no están pudiendo ser bien reguladas e integradas.Las prácticas de silencio, contemplación y conciencia, en sus múltiples formas, ayudan a depurar la mente, ya que prestan espacios de vacíos que permiten que la mente vaya desidentificándose del dolor, soltando la experiencia y abriéndose a la vida con sus continuos cambios.