No Juzgar
Incorporar la Práctica de Atención Plena a la vida cotidiana no solo implica traer nuestra atención al momento presente, sino también el cultivo de una actitud de apertura al momento. Esta apertura se relaciona directamente con la consigna de “No Juzgar”.
Si se detienen a observar su mente, verán que se la pasa comparando, etiquetando y generando juicios de todo lo que van viviendo. Nos movemos reaccionando a todo lo que experimentamos según el valor que creemos que algo tiene para nosotros. Algunas cosas, personas o situaciones son etiquetadas como buenas porque nos hacen sentir bien, otras condenadas porque nos hacen sentir mal y otras desintonizadas de la conciencia por ser demasiado neutras y carentes de importancia.
Estos juicios tienden a dominar nuestras mentes y emociones, haciendo difícil encontrar la paz y neutralidad necesarias para ver las cosas desde otro lugar y abrirnos a nuevas posibilidades.
Trabajar los juicios no implica dejar de juzgar. Esto lo hace la mente de forma automática. Más bien tienen que ver con no dejarnos atrapar por estos. Simplemente tomamos conciencia de que la mente está juzgando y a continuación soltamos estos juicios, sin seguir alimentándolos con más ideas y emociones.
En la práctica, no juzgar implica tomar una postura de observador imparcial.
Imaginemos que nos encontramos vigilando nuestra respiración. En un momento, nos damos cuenta que nuestra mente dice cosas como: «Esto es aburrido», «Esto no funciona» o «No puedo hacer esto». Se trata de juicios y cuando llegan podemos tomar conciencia de ellos, observándolos como testigos, sin seguirlos, identificarnos ni actuar sobre ellos. Simplemente los reconocemos y los dejamos ir.
En la vida cotidiana implica darme cuenta que la mente está emitiendo un juicio. Me puedo preguntar si este me es o no funcional y de acuerdo a ello lo dejo ir o lo sigo elaborando. La idea es que la mente sea usada al servicio nuestro y no al revés.